domingo, 29 de septiembre de 2013

LA GRAN INUNDACIÓN DE 1919

De la gran inundación del 29 de Septiembre de 1919 muchos cartageneros habrán visto fotos antiguas, tomadas entre otros por D. José Casaú, donde se ven las escaleras del Ayuntamiento cubiertas de agua o las barcas navegando en plena calle Mayor. Fue terrible, un auténtico diluvio que asoló toda la comarca y, cómo no, historias y anécdotas que llamarán la atención del lector. El agua alcanzó en algunas calles los tres metros de altura y donde más se notó fue en el eje de la calle del Carmen, Sagasta, Real, Puerta de Murcia y calle Mayor. En esta última el agua corría rápidamente para desembocar en la plaza del Ayuntamiento, y desde el Gobierno Militar arrojándoles cuerdas se pudo salvar a personas que eran arrastradas hacia el mar. Así se hizo también desde el hotel que se encontraba en la esquina de la calle Mayor  con la calle del Cañón, que tuvo varios nombres como Fonda Francesa, France et Paris y por último Hotel España que seguro algunos de los lectores recuerdan. Con tal de ponerse a salvo todo valía, como le pasó a un industrial llamado Juan Pelegrín que estuvo encaramado durante doce horas a una ventana del Ayuntamiento, gracias ello se salvó cuando su familia pensaba que se había ahogado.

La ciudad entera se quedó sin luz ya que la Fábrica de la Luz sufrió averías y dejó de producir energía, los tranvías suspendieron su servicio pues alguno de ellos volcó tal y como se puede ver en la fotografía que ilustra esta historia. 


En ella se puede ver un tranvía de los que hacían el servicio de Barrio Peral volcado a la entrada de la calle del Carmen. En la Iglesia del Carmen más de doscientas personas quedaron atrapadas y con serios problemas ya que el agua empezó a entrar, inundándola, y tuvieron que pedir ayuda volteando las campanas sin parar. En lo material todos los comercios perdieron su mercancía, especialmente los dedicados a tejidos como el Bazar Murciano y fábricas como la de Pastas la Estrella en la plaza de San Agustín que perdió catorce mil kilos de pasta según su director Juan Pedreño, o la de hielo de la Calle Salitre. Los sótanos del Gran Hotel que albergaban las cocinas y las despensas del establecimiento quedaron igualmente inundados. Pero uno de los sitios donde más miedo se pasó fue en el Penal, que entonces se encontraba en el edificio que luego sería el Cuartel de Instrucción de Marinería y que ahora es sede de la UPCT. Allí las aguas alcanzaron los tres metros de altura hasta el punto de que el oficial de guardia y los soldados tuvieron que encaramarse a la parte alta de la gran puerta de hierro de la entrada. Los penados comenzaron a gritar y tuvieron que acudir el director y los vigilantes de servicio nadando para abrir las celdas y salvarles la vida. En el Penal, entre otras dependencias, había un taller de hacer calzado que quedó totalmente destruido y el edificio quedó muy dañado. Tan solo unos meses después hubo un hundimiento y el arquitecto que hizo su reforma en 1910, D. Celestino Aranguren, tuvo que venir a Cartagena. Pero éste no fue el único lugar donde hubo actos heróicos, en el desaparecido Convento de las Siervas de Jesús las pobres monjas quedaron atrapadas, teniendo que ser auxiliadas por los soldados del Parque de Artillería y por la Cruz Roja que las refugiaron en el recinto militar. En este sentido hay que decir que fue fundamental la actuación de la policía local, la Benemérita, el Ejército y la Armada al igual que hoy en día cuando sucede cualquier catástrofe. Aún así hubo que lamentar la muerte de más de veinte personas en toda la comarca de Cartagena, algunos con nombre propio y otros anónimos, a los que hay sumar los desaparecidos ya que algunos cadáveres fueron arrastrados al mar y no se recuperaron. Precisamente en el Cementerio de los Remedios hay una tumba con una placa que nos recuerda que allí reposan los restos de los fallecidos, tumba que era visitada habitualmente por las autoridades locales el Día de Todos los Santos al igual que lo hacían con cartageneros ilustres como Isaac Peral.

Para las ayudas se creó la Junta Local de Socorro presidida por el Excmo. Comandante General del Apostadero, y de la que formó parte entre otros D. Juan Antonio Gómez Quiles en su calidad de presidente de la Cámara de Comercio. Precisamente uno de los primeros, llamémosles ricos, en dar un paso adelante fue él y así se empezó a repartir comida en unas cocinas de campaña instaladas en la calle Real gracias a su aportación. Dada la magnitud de la lluvia fueron muchísimas las personas que solicitaron ayuda a nivel particular y, gracias al hecho de que se conserven las instancias de estos ciudadanos en el Archivo Municipal de Cartagena, se pueden conocer auténticas historias. Entre ellas la del maestro de obras Adolfo Chumilla a quien la lluvia le pilló trabajando en la Casa del Niño y perdió sus herramientas,  el músico Gerónimo Noguera que tocaba en un sexteto en el Teatro Principal y perdió el violín, estuche, arcos y cuerda, o el carpintero Gabriel Pagán que diez años después construiría las puertas de Santa María de Gracia y que también perdió sus útiles de trabajo. Estas ayudas fueron posibles gracias a una suscripción popular que se abrió enseguida, y a diversos actos benéficos como la gran cuestación realizada por las Damas de la Cruz Roja por las calles de Cartagena, una corrida de toros en la ciudad de Murcia donde en el centro del albero se podía leer “Caridad con Cartagena”, y hasta una obra de teatro en Madrid. El 25 de Octubre en el Teatro llamado del Centro en Madrid se representaron varias piezas teatrales y musicales a beneficio de los damnificados por la inundación, y una copia del programa e incluso el texto de presentación que se leyó al inicio de la misma se conservan también en el Archivo Municipal de Cartagena.

Programa de mano de la obra de teatro organizada en Madrid 


Para la estadística y la curiosidad sí mencionaré que otro 29 de Septiembre de 1704 Cartagena sufrió otra terrible inundación y, como decía el conocido cronista Federico Casal comparando las dos, “entró el agua y salio por los mismos sitios, se inundaron las mismas calles y edificios, hubo desgracias y grandes pérdidas, se arrasaron los campos… y se hizo navegable el Almarjal”.



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