De
la gran inundación del 29 de Septiembre de 1919 muchos cartageneros habrán
visto fotos antiguas, tomadas entre otros por D. José Casaú, donde se ven las
escaleras del Ayuntamiento cubiertas de agua o las barcas navegando en plena
calle Mayor. Fue terrible, un auténtico diluvio que asoló toda la comarca y,
cómo no, historias y anécdotas que llamarán la atención del lector. El agua
alcanzó en algunas calles los tres metros de altura y donde más se notó fue en
el eje de la calle del Carmen, Sagasta, Real, Puerta de Murcia y calle Mayor.
En esta última el agua corría rápidamente para desembocar en la plaza del
Ayuntamiento, y desde el Gobierno Militar arrojándoles cuerdas se pudo salvar a
personas que eran arrastradas hacia el mar. Así se hizo también desde el hotel
que se encontraba en la esquina de la calle Mayor con la calle del Cañón, que tuvo varios
nombres como Fonda Francesa, France et Paris y por último Hotel España que
seguro algunos de los lectores recuerdan. Con tal de ponerse a salvo todo
valía, como le pasó a un industrial llamado Juan Pelegrín que estuvo encaramado
durante doce horas a una ventana del Ayuntamiento, gracias ello se salvó cuando
su familia pensaba que se había ahogado.
La
ciudad entera se quedó sin luz ya que la
Fábrica de la Luz
sufrió averías y dejó de producir energía, los tranvías suspendieron su
servicio pues alguno de ellos volcó tal y como se puede ver en la fotografía
que ilustra esta historia.
En ella se puede ver un tranvía de los que hacían el
servicio de Barrio Peral volcado a la entrada de la calle del Carmen. En la Iglesia del Carmen más de doscientas
personas quedaron atrapadas y con serios problemas ya que el agua empezó a
entrar, inundándola, y tuvieron que pedir ayuda volteando las campanas sin
parar. En lo material todos los comercios perdieron su mercancía, especialmente
los dedicados a tejidos como el Bazar Murciano y fábricas como la de Pastas la Estrella en la plaza de San Agustín
que perdió catorce mil kilos de pasta según su director Juan Pedreño, o la de
hielo de la Calle Salitre. Los
sótanos del Gran Hotel que albergaban las cocinas y las despensas del
establecimiento quedaron igualmente inundados. Pero uno de los sitios donde más
miedo se pasó fue en el Penal, que entonces se encontraba en el edificio que
luego sería el Cuartel de Instrucción de Marinería y que ahora es sede de la UPCT. Allí las aguas alcanzaron
los tres metros de altura hasta el punto de que el oficial de guardia y los
soldados tuvieron que encaramarse a la parte alta de la gran puerta de hierro
de la entrada. Los penados comenzaron a gritar y tuvieron que acudir el
director y los vigilantes de servicio nadando para abrir las celdas y salvarles
la vida. En el Penal, entre otras dependencias, había un taller de hacer calzado
que quedó totalmente destruido y el edificio quedó muy dañado. Tan solo unos
meses después hubo un hundimiento y el arquitecto que hizo su reforma en 1910,
D. Celestino Aranguren, tuvo que venir a Cartagena. Pero éste no fue el único
lugar donde hubo actos heróicos, en el desaparecido Convento de las Siervas de
Jesús las pobres monjas quedaron atrapadas, teniendo que ser auxiliadas por los
soldados del Parque de Artillería y por la Cruz Roja que las
refugiaron en el recinto militar. En este sentido hay que decir que fue
fundamental la actuación de la policía local, la Benemérita, el Ejército y la Armada al igual que hoy en día cuando
sucede cualquier catástrofe. Aún así hubo que lamentar la muerte de más de
veinte personas en toda la comarca de Cartagena, algunos con nombre propio y
otros anónimos, a los que hay sumar los desaparecidos ya que algunos cadáveres
fueron arrastrados al mar y no se recuperaron. Precisamente en el Cementerio de
los Remedios hay una tumba con una placa que nos recuerda que allí reposan los restos
de los fallecidos, tumba que era visitada habitualmente por las autoridades
locales el Día de Todos los Santos al igual que lo hacían con cartageneros
ilustres como Isaac Peral.
Para
las ayudas se creó la Junta Local de
Socorro presidida por el Excmo. Comandante General del Apostadero, y de la que
formó parte entre otros D. Juan Antonio Gómez Quiles en su calidad de
presidente de la Cámara
de Comercio. Precisamente uno de los primeros, llamémosles ricos, en dar un
paso adelante fue él y así se empezó a repartir comida en unas cocinas de
campaña instaladas en la calle Real gracias a su aportación. Dada la magnitud
de la lluvia fueron muchísimas las personas que solicitaron ayuda a nivel
particular y, gracias al hecho de que se conserven las instancias de estos
ciudadanos en el Archivo Municipal de Cartagena, se pueden conocer auténticas
historias. Entre ellas la del maestro de obras Adolfo Chumilla a quien la
lluvia le pilló trabajando en la Casa
del Niño y perdió sus herramientas, el músico
Gerónimo Noguera que tocaba en un sexteto en el Teatro Principal y perdió el
violín, estuche, arcos y cuerda, o el carpintero Gabriel Pagán que diez años
después construiría las puertas de Santa María de Gracia y que también perdió
sus útiles de trabajo. Estas ayudas fueron posibles gracias a una suscripción
popular que se abrió enseguida, y a diversos actos benéficos como la gran
cuestación realizada por las Damas de la Cruz Roja por las
calles de Cartagena, una corrida de toros en la ciudad de Murcia donde en el
centro del albero se podía leer “Caridad con Cartagena”, y hasta una obra de teatro
en Madrid. El 25 de Octubre en el Teatro llamado del Centro en Madrid se
representaron varias piezas teatrales y musicales a beneficio de los
damnificados por la inundación, y una copia del programa e incluso el texto de
presentación que se leyó al inicio de la misma se conservan también en el
Archivo Municipal de Cartagena.
Programa de mano de la obra de teatro organizada en Madrid
Para
la estadística y la curiosidad sí mencionaré que otro 29 de Septiembre de 1704
Cartagena sufrió otra terrible inundación y, como decía el conocido cronista
Federico Casal comparando las dos, “entró
el agua y salio por los mismos sitios, se inundaron las mismas calles y
edificios, hubo desgracias y grandes pérdidas, se arrasaron los campos… y se
hizo navegable el Almarjal”.